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Millonario negocio ilícito

05 agosto 2015
Noticias de Yucatán




Comunidades
Las máquinas tragamonedas se multiplican sin freno y dejan grandes ganancias
Las máquinas tragamonedas representan un millonario negocio que, cual pulpo voraz, ha extendido sus brazos a todo el Estado y opera contra la ley a vista y paciencia de las autoridades.
Personas vinculadas con esa actividad ilegal calculan que en todo el Estado hay unos 30,000 de esos aparatos, de los cuales más de la mitad están en Mérida.
Las utilidades dependen de la zona en que se ubiquen los “minicasinos”. Los sectores llamados “plus”, como los alrededores de los mercados Lucas de Gálvez y San Benito, generan ganancias de hasta $2,500 al día por cada equipo. En otros puntos de la ciudad varían las utilidades, de $100 ó $200 —es el caso de tendejones o expendios pequeños— a $1,000.
Si se toma en cuenta un promedio de $1,000 por máquina, considerando los altibajos ya señalados, se obtiene una estratosférica ganancia de 30 millones de pesos diarios y de $900 millones cada mes.
Para muchos, esta suma es una explicación de la tolerancia oficial a la operación de este negocio, que se ha apoderado de varios locales e incluso de aceras del primer cuadro de Mérida.
Los máquinas tragamonedas son ensambladas en Mérida, pero la materia prima —monitores, “software”, etcétera— proviene de China. Nuestras fuentes identifican a tres grandes distribuidores, que tienen su base de operaciones en esta capital.
Esta industria ilícita va de la mano con otras actividades, como la “piratería”.
El Centro, con más máquinas tragamonedas

Frente al mercado San Benito, sobre la calle 56, bajo letras que los identifican como una comercializadora de material eléctrico y un estanquillo, operan dos negocios que siempre están repletos de gente en diferentes horarios.
Son en realidad “minicasinos” ilegales. Sólo esos dos locales tienen cerca de 50 máquinas tragamonedas que a diario atraen a cientos de incautos.
Las máquinas tragamonedas son un lucrativo negocio que ha florecido en la última década en Yucatán con tolerancia de las autoridades, que ocasionalmente realizan operativos de decomiso que no tienen eficacia porque, de acuerdo con personas vinculadas a esa industria ilícita, previamente se da el “pitazo” a los dueños de los aparatos y a final de cuentas lo confiscado son sólo máquinas viejas, en desuso o averiadas.
Como informamos ayer, en la primera entrega de un reportaje sobre los problemas y vicios que agobian al primer cuadro de la ciudad, fuentes relacionadas con los “minicasinos” calculan que en todo Yucatán hay distribuidos unos 30,000 equipos de ese tipo, de los cuales poco más de la mitad está en la capital del Estado. Sólo en el centro de la ciudad hay de 8,000 a 10,000, la mayoría en la zona de los mercados Lucas de Gálvez y San Benito.
La instalación de las máquinas en el primer cuadro es estratégica, porque se trata de un sector donde cada día transitan hasta 100,000 personas, que representan importante mercado para cualquier giro comercial,
En un recorrido se constató que los locales donde funcionan las máquinas tragamonedas tienen diferentes giros, que en muchos casos son sólo el disfraz. Con excepción de pequeñas tiendas, donde hay de tres a cinco aparatos, los “minicasinos” operan con un mínimo de diez máquinas que tienen incluso clientela cautiva.
Pasa sobre la ley
El funcionamiento de estas máquinas representa una violación de la Ley Federal de Juegos y Sorteos. Su combate corresponde a la Secretaría de Gobernación, que se apoya en las policías federal, estatal y municipal en los decomisos ocasionales.
Aunque los insumos y el “software” son de origen chino, con puerta de entrada en Progreso, los equipos son ensamblados en Mérida y desde esta ciudad se les distribuye a todo el Estado,
Nuestras fuentes identifican a tres grandes distribuidores: Enrique José Cardín Canto, quien tiene su ensambladora en el rumbo de San Sebastián, sobre la calle 73, y dos hermanos de apellido Alcántara, que tienen su taller cerca de los grandes mercados.
El primero fue el iniciador del negocio en Yucatán, hace diez o doce años, recuerdan nuestras fuentes.
En otro lugar de esta misma página ofrecemos más detalles de esta ilegal actividad. En próxima entrega abordaremos otros aspectos de los problemas que afectan al primer cuadro de la ciudad.
Tragamonedas Más detalles
A la fecha hay unos 30,000 de estos aparatos distribuidos en todo el Estado.
Videojuegos, no tanto
Los distribuidores dan preferencia a los tragamonedas sobre los videojuegos, porque éstos les dejan pocas ganancias, según gente ligada a la actividad.
También paleros
La habilidad de algunos jugadores les ha permitido desarrollar trucos para gastar menos. Uno de ellos es de alambres con los que sujetan las monedas para que no caigan y les permitan continuar con “crédito”. Para estos casos, los dueños de algunos locales grandes contratan paleros que al percatarse de algo sospechoso se acercan al jugador para interrumpirle las triquiñuelas. Cada palero puede ganar hasta 500 pesos al día.

Hay puntos “plus” para operación de los “minicasinos”


Severiana es una vendedora de verduras que se desplaza a diario entre los mercados Lucas de Gálvez y San Benito. Su hipil y el inseparable rebozo son prácticamente todo lo que le queda al final de una jornada de trabajo.
Rara vez le queda dinero. ¿La razón? Se ha convertido en adicta a las máquinas tragamonedas y en ellas deja la ganancia diaria, a cambio de ocasionales golpes de suerte en los que recibe algo de dinero de los aparatos.
El problema de Severiana es mayor de lo que se puede pensar, porque además de la ludopatía carga sobre sus espaldas una deuda que crece poco a poco a causa de su adicción. Para poder jugar todos los días recibe préstamos del dueño del local donde están los “minicasinos”, que no pone reparos a las solicitudes a sabiendas de que finalmente recibirá mayores ganancias.
El caso de la modesta vendedora, quien platicó con uno de nuestros reporteros cuando se acercó a ofrecerle en venta “unos cortauñas nuevecitos”, ilustra la situación por la que atraviesan numerosos clientes del ilegal negocio de las “maquinitas”, que opera a todas horas sin que se interponga autoridad alguna.
“Aquí hay ganancias que se comparten todos. Podrán decir que es competencia de las autoridades federales, pero el primer contacto es con las de abajo”, indicó un comerciante relacionado con esa actividad.
Las utilidades son de verdad elevadas. Los tragamonedas instalados en zonas “plus”, como en los alrededores de los mercados Lucas de Gálvez y San Benito, generan ganancias diarias de hasta $2,500 cada uno.
En el otro lado están equipos de menor ganancia, como los que se ubican en pequeños tendejones de las colonias, que en ocasiones sólo reditúan de $100 a $200.
Con base en esos extremos, un promedio de mil pesos diarios por cada equipo arroja que los 30,000 repartidos en todo Yucatán generan 30 millones de pesos al día. Más de la mitad es de Mérida.
Nuestros informantes explicaron que hay dos formas de posesión de los “minicasinos”. Una de ellas es la compra, en unos $4,000, con la utilidad total para el comprador. La otra es el comodato, mediante el cual el dueño del local sólo facilita el espacio para que el propietario instale los equipos.
Con el comodato, los dueños del local y del equipo se reparten la ganancia en partes iguales.
El que decida comprar los aparatos tiene algo en contra: debe pagar $2,000 al mes al vendedor por “protección”, es decir, la garantía de que ninguna autoridad le decomisará esos bienes.
“Los decomisos son pura faramalla”, dijo una de nuestras fuentes. “Los dueños o encargados de los locales reciben el ‘pitazo’. Les piden que no cierren y que coloquen equipos viejos o averiados. Esos se confiscan”.
La distribución recae en tres personas: Enrique Cardín Canto y dos hermanos de apellido Alcántara, uno de ellos conocido como “el amigo”.

Al rescate de los ludópatas

22 noviembre 2012
Noticias de Yucatán ()

Ofrece "Jugadores Anónimos" una salida a la adicción
Jueves, 22 de noviembre de 2012  -  Edición impresa
Julio se confiesa adicto al juego. Durante más de 20 años su pasión incontrolable por las apuestas hizo caer su vida en una espiral de autodestrucción, de mentiras y peleas familiares, de quebranto económico, robo, engaños reiterados y pérdida de dignidad. Durante 20 años su esclavitud al juego convirtió su vida en un infierno.
Tenía 13 años cuando, en una partida de baraja con su familia, ganó sus primeros dólares. Sintió gusto por “la lanita fácil” y a partir de allí todo el dinero que caía en sus manos lo apostaba. A los 16 años, en un casino de su natal Tijuana, su vida tomó rumbo al abismo: “Le puse dos dólares a los perros y gané. ¡Me pagaron mil dólares! Una millonada para un chamaco. Después de eso comencé a ir más seguido. diario, al poco tiempo, ya estaba yo en el hoyo”.
Esta “suerte de principiante” sonríe a casi todos los nuevos jugadores, comentan Carlos, Guillermo, Rossana, Beatriz y Gímer, cuyo vínculo patológico con el juego pasó por momentos parecidos.
Ganes o pierdas, igual te enganchas, dice Julio. Y lo vuelves a intentar y crees que en cualquier momento tu suerte va a cambiar o que puedes dominar al azar.
“Hay personas que le rezan a la máquina, la frotan, le echan agua bendita, porque creen que esa máquina les va a dar suerte o que con esos rituales van a ganar. Y a veces ganan, pero ese reforzador positivo sólo los lleva a aumentar la frecuencia, el tiempo y las cantidades que apuestan. Hasta que llega un momento en que esta conducta se sale de control”, comenta Víctor Roa Muñoz, director del Centro de Integración Juvenil, quien describe, sin conocerlo, por lo que pasó Julio: “El jugador no puede parar, cae en un círculo vicioso en el que cree siempre que va a ganar y pierde, y quiere recuperar. Y cuando alguna vez gana no para hasta perderlo todo. Luego los reproches y la culpa lo llevan a intentar recuperar lo perdido. Ya no tienen nada que ver en esto la razón o la voluntad”.
“El juego compulsivo no es un vicio, es una enfermedad que requiere tratarla como tal”, agrega.
“Creía que el juego me iba a hacer millonario, que viviría como rey. ¡Puras mentiras, puras pérdidas, fracasos, puro sufrimiento!”, dice Julio. “Todos los días al salir del casino, luego de perderlo todo, sentía deseos de morirme, me preguntaba por qué una persona tan despreciable como yo seguía vivo. Mi vida estaba convertida en un infierno”.
Hoy Julio, de 33 años y divorciado dos veces, admite que está enfermo y que no puede ni jugarse un volado. Lleva más de un año sin apostar gracias al apoyo que encontró en Mérida, donde vive desde cuatro años, en el grupo de Jugadores Anónimos “Vuelve a vivir”.
“Me siento otro. No deseo volver a pasar por ese calvario, no quiero ser otra vez el Julio fregado, fracasado”, dice.
“Queremos que los ludópatas sepan que existe un lugar donde pueden recibir ayuda para cambiar y recuperarse”, comenta Beatriz, comerciante meridana que se integró al grupo hace algunos meses, desesperada. “El único requisito es tener deseos de dejar de jugar. No se cobran cuotas, no somos un grupo religioso ni políticos. No estamos contra los casinos. Nuestro propósito es dejar de jugar y ayudar a que otros jugadores compulsivos hagan lo mismo”.
Los entrevistados han conseguido “controlar” su adicción gracias a terapias de grupo y desean que muchos más también lo logren.
“Vuelve a vivir” sesiona todos los días de 8 a 9:30 de la noche en su local, ubicado en el No. 397 de la calle 6 (avenida Correa Rachó) con 9, en la colonia Díaz Ordaz (a media cuadra de la iglesia de San Judas Tadeo).
Informes al celular 9995-75-66-04, o al correo electrónico jameridayucatan@hotmail.com.
Ojalá este mensaje llegue a muchos jugadores. Los esperamos a todos, concluye Rossana.- Mario S. Durán Yabur
“Jugadores Anónimos” sesiona todas las noches, de 8 a 9:30 horas, en la Díaz Ordaz

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